Como muchos otros inmigrantes, que han dejado atrás su país natal para enfrentar nuevos retos personales y profesionales al mudarse a otros países, yo ahora estoy formalmente desempleada, pero antes de dejar que la penumbra de la connotación de esta palabra se apodere de mi actitud positiva, he decidido más bien indagar en algo de lo que anteriormente, estando en mi terruño, casi nunca podía disfrutar: el tiempo libre.
Muchas personas sólo sueñan con él y otras lo tienen y no saben cómo usarlo, pues es cierto que, en tiempos tan competitivos y apresurados, el ocio no es bien visto. Sin embargo, el diccionario de la lengua española lo define como “obras de ingenio que alguien forma en los ratos que le dejan libres sus principales ocupaciones.” Es decir, que quien habla de tiempo libre, no necesariamente se refiere a sentarse y no hacer nada, sino más bien a aventurarse a hacer todo aquello que por el trabajo u obligaciones diarias, se dejan de hacer con regularidad, y son actividades que causan placer, mejoran la calidad de vida, el humor, mantienen la mente despejada y sana o simplemente nos hacen sentir útiles y felices al mismo tiempo.
En una encuesta hecha a personas entre 25 y 65 años, de diferentes nacionalidades y profesiones, pero con nivel socioeconómico similar (clase media) la mayoría admitió que entre sus actividades favoritas para realizar en sus ratos libres se encuentran hacer deportes (correr, nadar, pilates, etc) y leer. Sólo un porcentaje reducido contó “viajar” entre sus hobbies, quizás porque es algo que sólo se puede hacer cuando se tiene un período de tiempo considerable disponible. Sin embargo, actividades como salir a correr, cocinar, fotografiar, tejer, leer o salir con los amigos a bailar, son actividades que pueden (y deberían) combinarse con las actividades laborales y obligaciones profesionales.
El sentimiento de culpabilidad cuando se tiene mucho tiempo libre es a veces inevitable, pues estamos acostumbrados a que nuestro trabajo nos define, es por eso que apenas conocemos a alguien, una de las primeras cosas que preguntamos es: “Y tú qué haces? A qué te dedicas?” porque su respuesta nos ayudará definitivamente a crear una idea acerca de quién es esta persona. Si no trabajas, no existes. Por otra parte, aquellas personas que asumen su tiempo libre como una necesidad y obligación para mantener un equilibrio sano, saben cómo enfrentar éste tipo de preguntas y pueden confiadamente responder que usan el tiempo libre para conocerse a sí mismos, desarrollar y alcanzar metas que nada tienen que ver con sus profesiones, sino más bien con un afán de desarrollo personal.
Aprender un idioma, pasar más tiempo con la familia, practicar karate, cocinar, dormir o disfrutar de la música, son actividades que complementan nuestra vida, pues cuando el día a día se limita en ir a trabajar, comer y dormir, eventualmente se convierte en rutina y se llega inevitablemente a un stress break down, o peor aún, al aburrimiento total.
En ocasiones muy frecuentes, no se cuenta con mucho tiempo libre, pero de seguro 15 minutos siempre están a la disposición diariamente. Qué hacer con ellos? Algunas ideas son: acomodar nuestro escritorio (bien sea físico o virtual), hacer llamadas telefónicas o escribir emails a amigos o familiares con quienes hemos perdido contacto, llevar el libro que estamos leyendo a todas partes y si debemos esperar en la cola para el banco o sentados en el tram podemos aprovechar esos instantes para avanzar en nuestra lectura, salir a caminar es otra de las opciones más frecuentes cuando sólo se cuentan con 15 minutos diarios, y una de mis favoritas: anotar las ideas que se tienen y establecer prioridades en las diligencias que debemos realizar, esto ayuda a mantener la mente libre de sobrecarga de información. Tómese su tiempo libre y disfrútenlo sin remordimientos, que sin saberlo, está haciendo de usted una mejor persona.