La ley migratoria aprobada por los suizos en el referéndum de este último noviembre, es sin duda una de las más duras de Europa. La preocupación consiguiente por tal medida no se ha hecho esperar. Diversas asociaciones y ONGs expresan su continua preocupación alegando que esta ley podría violar derechos fundamentales de la persona.
La polémica ley, que ha sido aprobada de acuerdo con datos oficiales del 52.9%, demanda que los extranjeros que cometan determinados delitos sean expulsados inmediatamente del país por un procedimiento automático sin consideración de su situación personal. La iniciativa propuesta por los partidos políticos conservadores, como la Unión de Centro Democrático (UCD), proponía además, la expulsión no sólo por crímenes capitales, sino también por trabajo ilegal y cobro ilícito de prestaciones del Estado.
Como sabemos ya, la contrapropuesta presentada por el gobierno y parlamento suizo, que proponía estudiar cada caso en forma individual, no prosperó y se quedó por debajo del 43%. El poder legislativo tendrá ahora que preparar una lista con los delitos que impliquen una deportación automática. Fuentes parlamentarias helvéticas destacaron que la elaboración de la lista podría tardar años.
Preocupante medida
La aprobación de esta ley está siendo el tema de actualidad a tratar, y seguirá por tiempo indeterminado, no sólo entre la población extranjera, sino también suiza, sin duda alguna. Representantes de diversas organizaciones y asociaciones, como la Iglesia Evangélica suiza o la Conferencia Episcopal del país, están emitiendo declaraciones conjuntas para pedir que en el futuro se siga estudiando cada caso individual y que no se expulse a quienes pudieran ser perseguidos, torturados o sometidos a violaciones de los derechos humanos en sus respectivos países. Por su parte, la agencia al refugiado de Suiza, criticó también la medida, señalando que daña enormemente la imagen del país helvético en el mundo.
Uno de los sectores donde más está generando preocupación; es el de la religión musulmán. Hace un año, Suiza desató fuertes polémicas internacionales al prohibir también por referéndum la construcción de más minarets en territorio suizo. Con esta nueva ley aprobada, “la anterior podría sentirse reforzada, lo que sería muy preocupante para los extranjeros de religión musulmana” ha expresado Hatanm Mamhmud, integrante de una mezquita en la ciudad de Zürich.
Mi serena interpretación
Saliéndome un tanto del libreto de lo que es la ética que cuenta para esta, a veces ingrata, tárea del periodismo; decido aportar mi modesto punto de vista sobre esta polémica ley. Y digo “saliéndome del libreto”, porque entre los elementales principios de quién se aventura en este quehacer, está la imparcialidad de la noticia y la propia opinión de quien la emita; ambas en su propio casillero. Si se emite una noticia sobre cualquier hecho, suceso o acontecimiento; la persona que la emita debe ceñir su crónica explícitamente a dar a conocer los hechos con absoluta veracidad, aparcando cualquier intención de análisis de la misma; de lo contrario estaría cometiendo una grave falta a la transparencia informativa que fácilmente se podría interpretar como un intento de tergiversar lo que realmente esté sucediendo. Para la opinión con criterio de cualquier índole en un medio informativo, están los editorialistas o los columnistas de cada uno de ellos.
Será por ello que en todas mis crónicas anteriores escritas para latino.ch; me he apoyado en la sensatez de no derramar mis impresiones sobre los diversos hechos que han acontecido, y no por falta de mi modesto criterio; sino sencillamente por no abarcar ambos espacios que con seguridad reportarían mas que nada, ambigüedad.
Sin duda alguna, lo primero que detecta y se queda en nuestra retina, es el pequeño lunar ubicado en alguno de los pómulos, frente o mentón de una persona. Luego, y con más detenimiento vamos descubriendo lo que realmente enmarca ese rostro; que puede ser simpático, sereno, atractivo e inteligente. Pero aún así, irónicamente, a esa persona la encasillaremos por el lunar.
Con esta metáfora, la interpretación que intento trasmitir, es que penosamente más se clasifique o se determine a un grupo, ciudad, región y hasta país; sea por lo negativo que cometan una pequeña minoría. Lamentablemente es así, no se valora ni se toma en cuenta la valía que realmente tiene la mayoría. Los daños y desvanes que puedan cometer un reducido grupo, enturbia y opaca los objetivos y logros que consigan y aporten la inmensa mayoría, por ejemplo en este caso, de una colonia inmigrante residente en cualquier país del mundo.
Este erróneo encasillamiento podría ser uno de los más duros escollos para que una población extranjera logre integrarse y no pueda ser puesta bajo sospecha en el país donde reside.
La inquietud que se ha desatado entre la población extranjera que vive en Suiza en materia migratoria, está sucediendo igual, o con más intensidad, en la mayoría de los países europeos. Francia, Alemania e Italia han aprobado leyes incluso yendo abiertamente en contra de la Unión Europea y expulsan continuamente a extranjeros con residencia, -como los gitanos rumanos en Francia-, sin ningún miramiento y haciendo oídos sordos a las quejas del mismo Parlamento Europeo. Que aducen los Gobiernos de éstos países para adoptar tan duras y discriminatorias medidas?, sencillamente que se ven en la necesidad de hacerlo para frenar la criminalidad, la delincuencia y la violencia que, según las estadísticas, un 80% la cometen los extranjeros que residen en sus países.
En Suiza, con esta dura y polémica ley migratoria, aprobada en el referéndum del 28 de noviembre último, el Gobierno tiene entre sus manos una de las más complicadas resoluciones a aplicar. Por una lado tiene prácticamente “carta blanca” para aplicar dicha ley –de hecho ya empezó, aunque sea de un modo “solidario” y dado a elegir-, me refiero a la reciente salida de Suiza de 126 asilantes nigerianos, a los que el Gobierno les propuso una “indemnización” de 6000 francos a cambio del retorno a su país. Esto yá ha levantado durísimas críticas, se teme que este método se siga aplicando, no sólo a los inmigrantes con petición de asilo, sino a extranjeros con permiso de residencia en Suiza, y que puedan tener o cometer algún delito leve o dependan económicamente del Estado.
Por otro el Parlamento helvético tiene que andarse con mucha cautela. Aparte que cada vez hay más peticiones expresas de parte de innumerables asociaciones, iglesias y del mismo vaticano, para que se respeten los derechos fundamentales del ser humano a la hora que determinen dichas expulsiones; la imagen siempre impecable, solidaria y humanitaria de Suiza en el mundo, está en la mira. A pesar que de los cerca de 8 millones de habitantes que cuenta este país, el 21% sean extranjeros; muchos países critican abiertamente el blindaje que cada vez Suiza se está edificando a su entorno.
El Presidente de la Unión de Centro Democrático (UCD), Walter Wohmann, uno de los más ardientes defensores de la iniciativa y posterior ley migratoria, aduce que no vá en contra del inmigrante ni menos del extranjero residente en este país, sino que no se puede permitir que siga creciendo la inseguridad entre la población suiza y la extranjera misma; y por ello es necesario tomar severas medidas.
Es precisamente aquí donde brota la polémica. Es aceptable que un país adopte estas medidas para proteger a su población y los mismos extranjeros que vivan honrada y honestamente en estos países? Y digo un país, porque esto hay que tomarlo muy en cuenta. Como en Suiza, en otros los otros países europeos, antes, se le ha consultado a su población, y como aquí, la mayoría ha contestado que sí, que está de acuerdo. Y algo más, y muy de tomar en cuenta: entre la población extranjera, la mayoría absoluta, está de acuerdo, también, en que estos Gobiernos tomen y apliquen esas medidas. Porque? Para poder “lavarse” un poco la imagen que se tiene de ellos mismos.
Antes de redactar este reportaje, he conversado serena y sensatamente con muchas personas de diversas procedencias. Aunque muy a sus pesares, de 5, cuatro de ellas comparten en que se apliquen estas duras medidas. “Vivo la mitad de mi vida en este país”, “llevo más de 25 años viviendo en Suiza“, “todos mis hijos son nacidos aquí“, “soy más extranjero en mi país que en éste”, son las expresiones más repetidas de la mayoría de extranjeros sean latinos, asiáticos, africanos, balcánicos o de Europa del Este. “Tengo derecho a vivir honesta y tranquilamente en este país que me ha acogido, y no estoy de acuerdo que por unos pocos, no lo pueda hacer”, denuncian la prácticamente total mayoría. Y otros rematan implacablemente, “en mis país, entre nosotros mismos, existe más discriminación que aquí mismo”.
Por mi parte, ya es suficiente para un inmigrante como yo, como usted, como millones de otros que dejamos detrás sentimientos irrecuperables, y que tengamos que repetir amargamente esa frase de “ no soy de aquí, ni soy de allá”; para seguir permitiendo que por un puñado de irresponsables, no podamos vivir dignamente y sin ningún tipo de sospecha en el país que nos acoge. A mi parecer esto es inaceptable.
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