Fiable, preciso e implacable



La sonrisa, nuevamente en su rostro. El gesto, el del año pasado, victorioso. Los dedos, marcando al viento el número de triunfos, dos. Con estas imágenes queda claro que las buenas sensaciones del fin de semana apuntaban a lo más alto del podio, donde Alonso celebra la victoria en Mónaco con la que cierra el círculo: 'pole', carrera y vuelta rápida. A su lado, Hamilton, segundo y Massa, tercero.

Y es que en esta carrera tan especial por su escenario se fueron cumpliendo paso a paso la mayor parte de los tópicos de este Gran Premio. El primero y más importante, el que marca casi como dogma la victoria del que sale desde la posición más privilegiada de la parrilla o el que, como corolario, marca que los adelantamientos son tarea cercana a lo imposible.

Y eso marcó la carrera, con poco o nada más que contar. Alonso salió bien, por su línea, aprovechando la adherencia del carril de goma tatuado en el asfalto durante el fin de semana. Con eso ganaba la prueba y se evitaba problemas. Detrás, Hamilton se hizo a la idea de que su 'jefe' era intocable y entonces salió a degüello a tapar a Massa. Con el objetivo logrado, fin de la historia. O casi.


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