"Por el día no nos ves pero de noche somos princesas". En Suiza a partir del 7 de septiembre.
Ésta es la historia de dos mujeres, de dos putas, de dos princesas. Una de ellas se llama Caye, tiene casi treinta años, el flequillo de peluquería y un atractivo discutible, de barrio. Tiene además una madre a la que no le gusta visitar los domingos porque en ella se ve a sí misma, reflejada: Pilar es un espejo ingrato para Caye, lo que la chica ve en él no le gusta, porque lo sabe futuro probable, cercano.
Zulema es una princesa desterrada, dulce y oscura, que vive a diario el exilio forzoso de la desesperación. Lleva siempre encima una fotografía de su hijo, un trocito de esperanza plastificada en 3x4, que saca a cada rato de su cartera para enseñársela a sus compañeras de cuneta, aunque la que de verdad necesita verla es ella.
Cuando se conocen están en lugares diferentes, casi enfrentados. Son muchas las chicas aquí que ven con recelo la llegada de inmigrantes a la prostitución: les restan espacio y clientes con su exotismo, abaratan los precios, dificultan su difícil trabajo. Caye y Zulema no tardan en comprender que, aunque a cierta distancia, las dos caminan por la misma cuerda floja. De su complicidad nace esta historia.
Caye se enamora luego de un Manuel. En él quiere ver al que será el hombre de su vida, aunque lo sea sólo por un rato. Caye no sabe amar, porque lo ha hecho poco, por eso se acelera y lo hace con torpeza, a trompicones. Quiere dar todo lo que tiene guardado, que es mucho, y acude a su segunda cita con el corazón en la mano, dispuesta a entregarlo. Como si fuera un maniquí, Caye coloca sobre Manuel todos sus deseos. Y es difícil estar a la altura de los deseos de Caye.
Mientras, Zulema se hace fotografías furtivas entre las cajas de los supermercados: demostrará con ellas a sus padres que trabaja de cajera, como les dijo en sus primeras cartas, hoy ya lejanas. Luego, de noche, camina otra vez desnuda entre los árboles asombrados de la Casa de Campo. Funambulista experimentada, hace equilibrios por el alambre afilado de sus arcenes, entre el caudal lento y metalizado de los coches, dando traspiés sobre la tierna fragilidad de sus veintitantos años desnudos.
Dice Caye que las princesas son tan sensibles que no pueden vivir alejadas de sus reinos porque se morirían de pena. Algo de razón debe tener, porque a Zulema los días cada vez se le hacen más difíciles, los silencios más largos, los alambres más estrechos. Su imprevista amistad les dará a las dos un refugio temporal, una habitación soleada, compartida, en la que sentarse a conversar con desacostumbrada ternura y reírse, de todo y de nada en concreto, ajenas, tranquilas; como si afuera hubieran dejado hoy la culpa y los pasos en falso; como si el tiempo aquí, por verlas mejor, pasara más despacio junto a ellas.
A partir del 7 de septiembre, en los siguientes cines:
Zürich: Arthouse Movie
Bern: CineCamera
St. Gallen: Kino Scala
Zug: Kino Gotthard
A partir del 14 de septiembre también an Basel y Luzern!