Si no lo veo… ¿existe?

En los primeros meses de vida, los infantes “olvidan” muy fácilmente eso que no pueden ver, pues piensan que si no está en su campo visual, simplemente no existe.

Hace poco leí un artículo acerca de un pequeño de menos de 2 años que se divertía lanzando objetos por la ventana de su apartamento en un 5to piso. Para él, lo emocionante no era verlos desaparecer por medio de este cuadrado gigante, sino que al cabo de unos minutos, su nana lo tomaba en brazos para bajar juntos por las escaleras y él podía reencontrar estos artículos (juguetes, ropa, zapatos, lápices, etc) en la calle, a veces intactos y otras destrozados.

A pesar de los regaños de la exhausta niñera, quien le decía que no debía lanzar las cosas por la ventana, y trataba de explicar que es peligroso, el pequeño reía sin parar y aplaudía al darse cuenta que mágicamente los objetos que él hizo desaparecer, reaparecían en otro sitio.

Este tipo de comportamiento ha sido estudiado por diferentes psicólogos y lo describen como parte del proceso que ocurre en los primeros 24 meses de vida, en los que el niño se da cuenta de que las cosas que él no ve, pueden sin embargo seguir existiendo y aparecer en otro lugar diferente.

Algunos estudios han demostrado que la mayoría de los niños se entretienen con este tipo de juegos cuando sus padres no están, como es el caso del pequeño acerca de quien leí – estaba con su nana en casa, mientras su padres trabajaban – pues es una manera de controlar la lejanía o cercanía de aquéllo que desean. En los primeros meses de vida, los infantes “olvidan” muy fácilmente eso que no pueden ver, pues piensan que si no está en su campo visual, simplemente no existe. Esto cambia en los dos primeros años de vida, cuando el niño se da cuenta de que puede recordar y mantener en la memoria la imagen de mamá o papá, lo cual les permite fantasear acerca del reencuentro, pero que en ocasiones puede ser más difícil para ellos, pues se dan cuenta además de que las personas a su alrededor son autónomas y que ellos no poseen control sobre ellas, lo cual es fuente de angustia y duelo.

Como ya lo he dicho antes, es importante hablarles para hacerles sentir seguros de que regresarás y de que aunque no te pueda ver sigues estando allí.

Si lo que te preocupa es que lance juguetes sin parar, recuerda también que en esa edad están descubriendo sus capacidades motoras y desean experimentar esa sensación de poder que tienen sobre algunos objetos. Intenta delimitar las cosas que puede lanzar, dónde y cuándo, pues prohibirlo sólo será un obstáculo en su crecimiento físico y psicológico.

Sólo después de los 5 años es que los niños empiezan a entender el peligro que puede significar tirar cosas desde alturas o en lugares donde haya otras personas, pero mucho antes ya puedes empezar a educarlo acerca de dónde y cómo puede divertirse con otros al lanzar objetos: la pelota es la mejor opción. Recuerda que si lo acostumbras a jugar hasta el cansancio en lugares abiertos, ya no sentirá la necesidad de hacerlo en casa mientras está en la sala amoblada con adornos de cristal.